EL PASE DEL NIÑO EN CUENCA:  RIQUEZA COSTUMBRISTA EN NAVIDAD

Jueves, 17 de diciembre de 2020

(Cuenca, Azuay).- El Pase del Niño en Cuenca es, sin lugar a dudas, una de las manifestaciones de religiosidad popular más importantes del país. Esta fiesta refleja como pocas, la cultura y las tradiciones de un pueblo que expresa sus creencias en múltiples y variadas formas del folklore.

Se conoce que en Europa fue San Francisco de Asís quien celebró por primera vez en forma llamativa la Natividad de Jesús, con una recreación de los hechos en la que gentes humildes del campo representaban a la Virgen María, San José y el Niño Jesús. Pronto, esta costumbre, alentada por los franciscanos, se difundió por todo el mundo cristiano. Desde los tiempos de la Colonia, esta y otras órdenes religiosas difundieron en nuestro país el culto del pequeño Jesús a través de novenas, misas y arreglo de pesebres.

Cuenca es el lugar del país en donde mayor acogida ha tenido la tradición de los pesebres y el culto al Niño Dios durante las celebraciones navideñas. Las familias cuencanas, además, con el paso del tiempo han añadido elementos autóctonos propios a esta celebración. Las procesiones en las que sus participantes (mayoritariamente niños) hacen uso de disfraces religiosos y profanos, se conocen como “Pase del Niño”, pues su centro es siempre la imagen de Jesús infante, generalmente vestido con ropajes muy elegantes, de seda, terciopelo y bordados con elementos plateados o dorados.

Estos desfiles, que cuentan con la participación masiva de las clases populares y el campesinado, son organizados año a año en la ciudad y en los pueblos aledaños. Se inician el primer domingo de adviento y terminan el martes de carnaval.

 

El Pase del Niño Viajero

El más importante de los pases, es aquel que está dedicado al “Niño Viajero”, y se lo celebra el 24 de diciembre de cada año en la ciudad de Cuenca. Se conoce con este nombre a una imagen del Niño Dios que fue mandada a esculpir por doña Josefa Heredia en el año de 1823.

Su último dueño, Monseñor Miguel Cordero Crespo, realizó en 1961 una peregrinación a varios lugares de Tierra Santa, acompañado por la imagen, a la que al final del viaje, bendijo el Papa Juan XXIII. A su retorno a Cuenca, el pueblo entusiasmado le dio a esta famosa escultura el título de “Niño Viajero”, y desde ese entonces se le rinde culto con mucha pompa el día de Navidad, en la gran procesión o “pase”, que generalmente inicia a las 10h00 y concluye aproximadamente a las 15h00.

La procesión se inicia en la avenida Ordóñez Lazo y recorre la calle Simón Bolívar, en el centro de la ciudad. Se pueden observar todos los elementos típicos de la celebración: vistosos e innumerables carros alegóricos; bandas populares que interpretan canciones dedicadas al Niño; conjuntos musicales campesinos; niños disfrazados de personajes bíblicos; pastores, gitanos, jíbaros, saraguros, otavalos  y mayorales.

Los mayorales son especialmente llamativos e interesantes, pues representan campesinos de las provincias del Azuay y Cañar que tenían gran poder y prestigio entre los peones de las haciendas. Eran generalmente hombres y mujeres del campo de muy buena posición económica. Sus trajes por lo tanto, son muy vistosos y elegantes, para expresar riqueza. Conducen siempre caballos cubiertos por finas mantas o tejidos de lana y seda, y aprovisionados con el “castillo”, (conjunto de alimentos armado en forma de guirnaldas con frutas, legumbres, bombones, botellas de licor, juguetes etc.)

Finalizado el pase, existen celebraciones posteriores en cada una de las familias participantes, las que luego del desfile se dirigen a sus casas y proceden a desarmar con cuidado los castillos. La comida de la ofrenda es repartida entre los miembros de la familia y sus invitados, en un gran festín.

El Pase del Niño en Cuenca es una manifestación religiosa popular de gran riqueza etnográfica y pese al tiempo y la continua presencia de elementos culturales foráneos, se mantiene en todo su esplendor. Y es que ésta es una fiesta que no responde únicamente a la fe sencilla de las clases populares, sino también al deseo de resaltar y valorizar elementos culturales que las caracterizan y enorgullecen.